Fue una espera de tres meses para conocer un futuro próximo. Imaginaba un plano infinito que unía dos polos alejados. Una habitación que se iluminaría tres o cuatro veces al día, dependiendo la actividad y la circunstancia del momento. Quería una ventana para ver los edificios iluminados por la luz tenue del primer lunes de ese día. ¿Martes? ¿Jueves?
Sólo un par de zapatos usados para caminar acompañado de la luna. O
Helado de fresa que se derrite en pleno verano. Y una vuelta segura que tenía que ser así.
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