Casi todas las noches escucho ese recuerdo que me ayudaba a conocer lo que pasaría en el día o durante la semana, a la tarde o noche. Minutos antes de mirar por una ventana falsa y un departamento falso, escuchaba las promociones matutinas. Aromas conocidos, pero nunca iguales, marcaban el camino para bajar por maderas viejas y estrechas. Todo es un laberinto. Habitaciones falsas. Paredes que no existen. Tres letras. No más.
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